dilluns, 7 de setembre del 2015

Una casa en Kurdistán

Qamislo es una ciudad de varios cientos de miles de habitantes, es centro económico y cultural del cantón de Cizire, pero como todavía hay algunas zonas ocupadas por el régimen estatal, la sede del Gobierno Cantonal está ubicada en Amûdê, que es un municipio de 40.000 habitantes, distante sólo diez kilómetros. En Amûdê son pocos los edificios de más de una o dos plantas, y desde cualquier tejado se contemplan, cercanos, los campos que rodean la ciudad. Hacia el norte, a poco más de un kilómetro, se alarga la alambrada que separa Rojava del Kurdistán bajo administración turca. Y después la carretera transitada por los camiones cisterna que corren cargados con el petróleo de la Región Autónoma del Kurdistán Iraquí. Por la noche Ferhir, un anciano afectado de parálisis, comenta la actualidad en la azotea de su casa con otro amigo cuyo nombre significa Rey (los nombres kurdos siempre significan algo). Hablamos mientras al fondo las luces de Mardin tintinean sobre las colinas.

-Nosotros no queremos que los jóvenes se vayan. Si lo hacen, ¿quién habitará este país, quién lo reconstruirá?
También les gusta preguntarme sobre Lorca, sobre Picasso, sobre Dalí. “¿Picasso was Spanish, no?” Entonces pasan a comentar alguna anécdota sobre la mujer de Dalí, Gala, y dicen que era la reina de la belleza. “No, Gala no era especialmente bonita, pero era una mujer fuerte. Como las YPJ”. Y Rey y Ferhid ponen cara de admiración y contemplan las estrellas.
Rey tiene 48 años y trabajó como discjockey en una discoteca de Damasco durante diez años, pero su hijo tuvo alguna clase de problema y él decidió coger a la familia y venirse aquí, de donde eran originarios. Ahora trabaja de técnico en una emisora de radio, y cuando el primer día le pregunté si podíamos ir a una discoteca aquí, respondió que “Here no, Amûdê is Kabul, Amûdê Afganistán” En las oficinas de la emisora todas ríen al escuchar su respuesta, porque Rey es algo histriónico y le gusta bromear con todo. Quizás en Qamislo, añade luego, en Qamislo sí que hay algunas discotecas.

 “Esta es la calle principal de Amûdê, a éste lado vivía población kurda, y a este cristiana. La árabe vino hace cincuenta años. La cristiana se fue marchando, primero hacia el Líbano, y con el tiempo hacia Europa”, me explicó aquel mismo día. Fue cuando llamó el amigo Halo llamó desde Kobanê , diciendo que había encontrado un trabajo especial para las próximas semanas. Hará de traductor para las ONG que vendrán a desminar la ciudad. “¿Estás contento?”, “Claro, cuando uno encuentra trabajo es siempre una alegría”, “¿Y de verdad hay minas en Kobanê, nunca lo entiendo, como podemos caminar tan tranquilas entonces?”, “Es en algunas zonas, y tienen también que explosionar los morteros y otras bombas que no lo hicieron al caer”. Días atrás, Halo me explicaba con una sonrisa que su hermano había conseguido llegar a Suiza, que estaba en un centro de internamiento para refugiados, a la espera. Lo decía contento porque su hermano ha conseguido lo que quería, pero él sabe que el tema es complejo, porque en otras conversaciones señala: “en las escuelas hay falta de profesorado porque la gente con estudios se marcha”.

En Amûdê, Rey insiste, “Yo no he decidido no irme, pero el problema aquí es que no hay trabajo”, caminamos por esa calle principal, cuya iluminación es suave, permite los claroscuros y contemplar las estrellas, cosa impensable en Barcelona.
-Pero tú tienes trabajo en la radio, Rey.
-Sí, pero, pero, poco dinero
- ¿cuánto?
- 100...
-¿dólares? Aquí toda la gente que cobra algo cobra cien dólares al mes.
-Pero es que en Damasco, en la discoteca, ganaba cien cada noche.
Rey está casado, dos hijos y dos hijas, a quienes encontramos durmiendo en el jardín. Las casas en Rojava tienen forma de “U”, alrededor de un gran patio o jardín, y ahora en verano toda familia  duerme a la fresca, junta, como una manada.

Estrella en su casa de Amûdê

Si se viene a Amûdê desde Kobanê llama la atención que las cosas no estén destruidas ni con una capa de polvillo encima, proveniente de los escombros. El polvillo está en todo, tiñéndolo  de gris y haciéndote dudar de si tu pelo ha encanecido por la edad o recuperará el color tras la próxima ducha. Pero en Amûdê no están tan mal las casas promedio y, aunque sencillas, son impensables en Barcelona, y en muchos otros rincones de Catalunya si no eres rica.

“Nos la alquila una familia amiga, que se marchó a Alemania. Nos la deja barata, 35 dólares al mes”. Barata, y las paredes son de adobe, cosa que además de práctica contra el frío o el calor, le da encanto. A un lado de la “U” la cocina y el baño, al otro su taller de electrónica, y en medio dos salas grandes que se utilizan para todo. Pero ahora en verano menos, pues la familia duerme afuera. La mujer (cuyo nombre significa Jardín con Flores) se levanta y nos prepara té. No está claro que la revolución femenina haya llegado a esta casa, quizás con la hija mayor, cuyo nombre significa Vida. Pero Jardín con Flores ha conseguido de verdad un jardín hermoso, con mazos salvajes de flores amarillas, coronados por girasoles que enloquecerían a Van Gogh, y una enorme morera en cuyo tronco se apoya una bicicleta. “En Kobanê no había bicicletas”, advierto.

Rey pone música, “Crazy”, de Julio Iglesias. “I like Julio, because relax me”, dice, ya en camiseta. Y yo me pregunto si, con canas o no, es verdad que me estoy haciendo mayor, porque la voz de Julio me suena placentera. Rey enseña fotos de los tiempos en Damasco, mientras suspira, “You see, here, motorcycle”, “You see, here, Jeep Hammer, not mine, friend”. “¿And here?”, pregunto, cuando le veo en un grupo, a una mesa, con dos mujeres vestidas de leopardo, “Here Discoteque”. Después aparece él en otro grupo con 4 amigos, y señala “This one go Turquia, This One Germany, This one Qatar, this one I don't know where is going”.

La noche es plácida, cualquier noche en Rojava lo es, tras el pesado calor diurno. Incluso en Kobanê lo son, aunque todo este cubierto bajo esas espesas capas de polvo. Recuerdo la de hace dos noches, con la mujer YPJ, segura de sí misma, diciendo, “lo único que debe preguntarse, quien quiera unirse a las YPJ, es si estás dispuesta a abandonar el capitalismo, y  si estás dispuesta también a vivir en Siria”.
En Amudê, en cambio, reporteros franceses están desengañados con la revolución “ya, te adelanto que no nos creemos nada”, pero su pesimismo es más bien generalizado, quizás porque les está costando trabajar bien aquí.  “Siria no tiene solución”, dicen, “la guerra no acabará nunca, ni en veinte años”, “¡pues vaya!, entonces acabará pasando a Turquía, y de allí a Europa”, “estoy de acuerdo con usted, la guerra acabará pasando a Europa”.

La noche es hermosa bajo las estrellas, durmiendo en manada, junto a los girasoles. Y el despertar es paulatino. Primero Rey, que se sienta y enciende un cigarro, después Jardín con Flores, que recoge las colchonetas y las mantas. Después un hermano y finalmente se distingue a una pequeña niña, de nombre Estrella, bella durmiente, todavía profundamente. Intento recoger mi manta, “no, no” ordena Rey, y Jardín con Flores se encarga. Rey me ofrece agua para que me refresque la cara, y pregunta “¿sleep well?, ¿full battery? Después enciende la televisión, un canal internacional europeo. La honda expansiva provocada por la imagen del niño Aylin Kobanê, como durmiendo, ahogado en la orilla de una playa del Egeo, se sucede una y otra vez:  imágenes de estaciones de tren en Hungría, suburbios ajardinados en ciudades alemanas, declaraciones de mandatarios europeos. Cuando el carrusel de imágenes termina, aparecen las noticias deportivas con el rostro sonriente de Cristiano Ronaldo. Y vuelta a empezar: policía húngara, Ángela Merkel, comparecencias en salas de prensa. Qué limpias las banderas, los despachos, los trajes, qué lustre. Bastaría que se dieran un paseo por Kobanê para que el polvillo lo tapara, quizás así comprenderían que es mejor invertir el dinero directamente en reconstruir la ciudad y anticiparse así a grandes riadas de gente que huye de los escombros. Quizás mucha gente estaría dispuesta a renunciar a la sonrisa de Cristiano Ronaldo, si pudiera disfrutar de una casa como ésta de ahora en Amudê, sencilla, pero acogedora.

Ahora la oficina para la reconstrucción de Kobanê está preparando un ambicioso proyecto para la construcción de más de mil viviendas. Están pensadas para las familias que han perdido a alguno de sus miembros en la guerra. Se promoverá  que la población local colabore trabajando voluntariamente en su construcción. Están pensadas en módulos de seis viviendas, de modo que cualquier persona, grupo o administración, con poco o mucho presupuesto, puede contribuir apoyando la construcción de uno o varios módulos. Para más detalles es posible contactar con KurdisCat (kurdiscat@gmail.com),y escribiendo directamente a una de las personas responsables del proyecto: Sr. Herdem Dogrul, herdemdogrul@gmail.com, 00 90 (0) 5459381275.


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