Cuando el 2 de septiembre
fui a recoger en la oficina central de Correos de Pamplona la
respuesta definitiva a mi solicitud de visado para viajar a EEUU, me
llevé una de las mayores sorpresas de mi vida: se me prohibía la
entrada en ese país debido a mis “actividades terroristas”, tal
y como se decía expresamente en un documento oficial del
Departamento de Estado firmado por la vicecónsul Julie P, Akey.
Había solicitado, a
comienzos de mayo, la Electronic System for Travel Authorization, más
conocida por las siglas ESTA, para un viaje familiar de vacaciones
con mi mujer y mis dos hijas por la Costa Oeste de Estados Unidos. Se
trata de un permiso que se tramita vía internet y que suele tener
respuesta positiva instantánea ya que con pasaporte español no se
necesita visado para este tipo de viajes. Entonces ya me sorprendió
que me denegaran esa “rutinaria” autorización cuando se la daban
al resto del grupo familiar.
En la negativa también
me ofrecían la posibilidad legal de pedir un visado especial y
mantener la correspondiente entrevista en el Consulado de Madrid. En
esa cita, celebrada el 19 de mayo, se me comunicó que no podían
concederme el visado debido a que mi nombre y apellidos coincidían
con una persona de nacionalidad ecuatoriana que tenía asuntos
legales pendientes en EEUU. Se me pidió información personal
complementaria y se me dijo que la comprobarían con los de mi
supuesto doble para aclarar la confusión, advirtiéndome que este
trámite podría durar varios meses.
La información
complementaria que les envié de forma inmediata era exhaustiva y
debía deshacer el entuerto con facilidad: libros publicados,
conferencias y congresos, viajes, clases impartidas y, sobre todo,
más de treinta años dedicados al periodismo, de forma especial a
Oriente Medio y la causa kurda.
Aunque, para resolver
este problema bastaba con poner mi nombre en Google, los “mejores”
servicios de información del mundo han tardado cuatro meses en
cotejar los datos, para, finalmente, denegarme el visado por la
citada acusación, una de las más graves que se pueden hacer en la
actual coyuntura internacional. No era cierto, por lo tanto, que
tuviera un doble en Ecuador y, desde el principio, la negativa del
ESTA estaba vinculada a mi actividad profesional.
Desde entonces no he
dejado de darle vueltas a las razones que han podido llevar a EEUU a
considerarme un criminal ya que, en su comunicación oficial, no se
da explicación alguna y, lo que es peor, se han negado a darlas
cuando así lo he reclamado a la Embajada, lo cual me deja en una
situación de total indefensión ante la inmunidad de la que gozan
las representaciones diplomáticas.
Cualquiera que conozca mi
trayectoria profesional, como periodista e historiador, sabe
perfectamente que no tengo nada que ver con “actividades
terroristas”. Ante lo absurdo de cualquier otra explicación, he
llegado a la conclusión de que algún informador ha malinterpretado
alguna de mis numerosas actividades en solidaridad con el pueblo
kurdo, causa con la que llevo comprometido –nunca lo he negado- más
de treinta años.
Es posible que en estas
actividades, incluidas varias conferencias internacionales, haya
aparecido junto a representantes de organizaciones que EEUU considere
terroristas; también es cierto que, como es obligación para un
periodista, he estado en sedes y bases de distintos movimientos
armados kurdos e, igualmente y como es lógico después de tantos
años dedicado a este tipo de temas, tengo amigos en estos grupos
kurdos y hasta puedo admitir que en alguna ocasión he ayudado a
alguno de estos amigos a corregir errores ortográficos o sintácticos
en escritos suyos, pero nada de eso indica que yo me identifique con
sus planteamientos políticos.
Se trata, por lo tanto de
un error de interpretación producto del desconocimiento que existe
sobre este problema internacional que tanta trascendencia tiene para
el conjunto de Oriente Medio, un desconocimiento que en mi caso tiene
consecuencias individuales pero, en otros, lleva a cometer fatales
errores que afectan a poblaciones enteras, como ha ocurrido en las
distintas intervenciones norteamericanas en Irak, en el apoyo
incondicional al régimen turco, en la guerra civil siria y ahora en
la terrible crisis de refugiados.
En definitiva, utilizar
tal calificativo, en unos momentos en que terrorismo prácticamente
es sinónimo de yihadismo, supone un grave perjuicio a mi prestigio
personal y profesional, limita notablemente mis desplazamientos
internacionales debido al seguro intercambio de datos entre los
servicios de inteligencia, implica la posibilidad de ser detenido en
cualquier momento y atenta contra el libre ejercicio del periodismo,
violando así los más elementales principios democráticos.
Manuel Martorell, autor de 'Los kurdos, historia de una resistencia' (Espasa Calpe, 1991), 'Kurdistán, viaje al
país prohibido" (Editorial Foca-Akal, 2005) y 'Mem eta zin' (Txalaparta), pequeña versión de la epopeya kurda "Mem-u-Zin", traducida al euskera.
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