Leo que un voluntario alemán de las YPG ha muerto y veo la foto de Gunter Helstem, nombre de guerra Rustem Cudi.
Lo conocí en la Oficina de Defensa y Protección Civil de Kobane. Era militar de formación y había sido voluntario también en alguna guerra en África, así que en Kobane, además e combatir, entrenaba a otros voluntarios internacionales. En los largos periodos de confusa inactividad, que se dan en los territorios en guerra, no perdía el buen humor, siempre sociable y bromista. Hablaba sobre algunos episodios de su vida, como un periodo en el que vivió en Marbella, no recuerdo trabajando exactamente en qué.
Decía que en Kobane se sentía como en casa, y prefería esa ciudad destruida a Qamislo, porque por muy vital que pudiera ser Qamislo, le disgustaba encontrarse con zonas controladas por tropas de Al Assad. Siempre que regresaba del frente se compraba una botella de dos litros de Pepsi y nos la bebíamos con hielo. A veces fanfarroneaba, pero era un tipo lo suficientemente entrañable como para que acabáramos riéndonos y tomándole el pelo por eso.
La desorganización y los parones de la guerra no le ponían nervioso, lo que le ponía nervioso eran los teléfonos inteligentes y la gente joven pegada todo el día a las redes sociales, de modo que cuando en un grupo se encontraba con que todos estaban mirando el móvil, empezaba a toquitearles al azar en las pantallas, y se reía.
En una ocasión, tras un buen tiempo de inactividad y poco que hacer, le tocó ir al frente. Mientras me lo estaba explicando, se quedó pensativo y dijo seriamente “bueno, he oído que los del Daesh no matan a los viejos, así que me quedo tranquilo”, fue una broma en la que expresó su vulnerabilidad y su preocupación por su propia suerte. A su lado uno sentía eso que llaman “camaradería”. Gracias, Rustem, o Günter. Nunca supe muy bien cómo llamarte, pero qué suerte haberte conocido y compartir una parte de la vida contigo. Seguiremos apoyando al Kurdistán.
@annafrank4
Lo conocí en la Oficina de Defensa y Protección Civil de Kobane. Era militar de formación y había sido voluntario también en alguna guerra en África, así que en Kobane, además e combatir, entrenaba a otros voluntarios internacionales. En los largos periodos de confusa inactividad, que se dan en los territorios en guerra, no perdía el buen humor, siempre sociable y bromista. Hablaba sobre algunos episodios de su vida, como un periodo en el que vivió en Marbella, no recuerdo trabajando exactamente en qué.
Decía que en Kobane se sentía como en casa, y prefería esa ciudad destruida a Qamislo, porque por muy vital que pudiera ser Qamislo, le disgustaba encontrarse con zonas controladas por tropas de Al Assad. Siempre que regresaba del frente se compraba una botella de dos litros de Pepsi y nos la bebíamos con hielo. A veces fanfarroneaba, pero era un tipo lo suficientemente entrañable como para que acabáramos riéndonos y tomándole el pelo por eso.
La desorganización y los parones de la guerra no le ponían nervioso, lo que le ponía nervioso eran los teléfonos inteligentes y la gente joven pegada todo el día a las redes sociales, de modo que cuando en un grupo se encontraba con que todos estaban mirando el móvil, empezaba a toquitearles al azar en las pantallas, y se reía.
En una ocasión, tras un buen tiempo de inactividad y poco que hacer, le tocó ir al frente. Mientras me lo estaba explicando, se quedó pensativo y dijo seriamente “bueno, he oído que los del Daesh no matan a los viejos, así que me quedo tranquilo”, fue una broma en la que expresó su vulnerabilidad y su preocupación por su propia suerte. A su lado uno sentía eso que llaman “camaradería”. Gracias, Rustem, o Günter. Nunca supe muy bien cómo llamarte, pero qué suerte haberte conocido y compartir una parte de la vida contigo. Seguiremos apoyando al Kurdistán.
@annafrank4
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada