La editorial Catarata acaba de poner en las librerías “Kurdos”, un nuevo libro de Manuel Martorell,
miembro fundador de cuartopoder y especialista en Oriente Medio. Se
trata de una obra divulgativa y centrada en las razones que han llevado a
este pueblo, mayoritariamente musulmán, a ser la punta de lanza en la
actual lucha contra el Estado Islámico tanto en Siria como en Irak.
Estos son algunos de los fragmentos de la obra seleccionados por su
autor.
“Aunque apenas sea conocido, el Kurdistán es tan extenso como la
Península Ibérica pero atesora tantas riquezas que ese proyecto siempre
ha quedado inconcluso por ir contra poderosos intereses. Esa ha sido la
maldición histórica de los kurdos: asentarse desde la noche de los
tiempos en una zona del mundo que no ha dejado de adquirir importancia
geoestratégica. Por eso, pese a contar con 40 millones de almas, en
Siria y Turquía se niega su existencia, y en Irak e Irán queda limitada a
solo una parte de las tierras que habitan.
Pero el drama de los kurdos nos sigue pareciendo una lejana
pesadilla, procedente de un mundo que no es el nuestro y, sin embargo,
los jóvenes kurdos, en su inmensa mayoría pertenecientes a familias
musulmanas, mueren cada día luchando para erradicar el yihadismo a solo
unos kilómetros de las playas del Mediterráneo. En Siria y en Irak ya
han pagado un elevado precio en este trascendental combate; solo
luchando contra los yihadistas, murieron más de 2.000 hombres y mujeres
durante los años 2014 y 2015. Lo hacen a sabiendas de que están
defendiendo unos valores semejantes a los nuestros y, pese a ello, no
esperan un sincero apoyo por nuestra parte porque casi siempre se lo
hemos dado a sus enemigos, y aún cuando lo hacemos, tampoco han sido
escasas las traiciones.
Igualmente son conscientes de que se encuentran en un momento clave
de la historia, sin precedentes, ante una crisis que no es como las
anteriores, porque ellos, los kurdos, que son el pueblo más antiguo de
esta castigada parte del mundo –llegaron miles de años antes que árabes y
turcos-, representan lo que siempre ha sido Oriente Medio y lo que,
justo ahora, está a punto de desaparecer.
Y también saben que el resto del mundo, que tantas veces les ha dado
la espalda, les necesita porque nadie como ellos tiene un pueblo y una
historia que defender frente a la actual orgía depredadora, que nadie
como ellos tiene una capacidad organizativa y de combate forjada por una
larga historia de resistencia, y nadie como ellos, que son
mayoritariamente musulmanes, pueden romper los estereotipos sobre
Oriente Medio que con tanta facilidad se extienden dentro de la opinión
pública occidental. Ver a las mujeres kurdas combatiendo en primera
línea para detener a quienes aterrorizan al planeta ha abierto muchos
ojos cegados por la simplificación. Pero también los kurdos son
conscientes de que están frente a una oportunidad irrepetible, el
momento de la historia que esperaban tras una sucesión de tragedias que
parecía no tener fin, la hora de demostrar, por fin, que aparte de
fundamentalismos y regímenes autoritarios, existe un Oriente Medio, el
suyo, el de siempre, basado en el respeto a la diversidad de los pueblos
y las religiones.
Para la mayor parte y pese a ser también suníes, el Estado Islámico,
con sus decapitaciones, matanzas de yezidis y la destrucción de su
ancestral patrimonio, representa un islam en el que muy pocos se
reconocen, aunque también hubiera en las filas yihadistas un
significativo número de kurdos, junto a chechenos, tunecinos, egipcios,
saudíes y europeos.
Es un hecho que tanto ayer como hoy los kurdos son mayoritariamente
musulmanes, concretamente suníes, pero también es cierto que existen
interpretaciones del islam muy distintas, sin olvidar que, incluso
dentro de los que genéricamente se consideran musulmanes, encontramos un
significativo número de no practicantes, de personas con posiciones
agnósticas, mientras otras consideran al islam el peor de los males que
ha podido sufrir el pueblo kurdo por no admitir la división cultural
entre sus fieles o quienes directamente predican el retorno al mazdeísmo
originario.
El Tratado de Lausana de 1923 suponía dar curso legal a la división
en cuatro partes del Kurdistán y a dejar aparcadas para siempre las
promesas de autodeterminación establecidas en los artículos 62, 63 y 64
de Sevres (1920). A partir de ese momento, el Kurdistán experimentaría
una cadena de insurrecciones por la autonomía o la independencia que
todavía no se ha detenido.
Aunque ya existían los precedentes de la República de Ararat, del
Reino del cheik Mahmud y, pese a que Mahabad también tuvo una efímera
existencia –apenas once meses-, este nuevo intento de autogobierno
supuso un hito histórico para el pueblo kurdo. Mahabad logró mantener
una administración estable sobre un vasto territorio, institucionalizó
la bandera tricolor de Khoybun, compuso el himno nacional en el
que se reconocen todos los kurdos y alumbró el Partido Democrático del
Kurdistán (PDK), el primer partido moderno y realmente de masas; pero,
sobre todo, puso en marcha un proyecto político que aglutinó a kurdos
procedentes de todas las partes del Kurdistán.
La sucesión de sublevaciones reclamando la autonomía, el federalismo o
la independencia terminaron haciendo de la cuestión kurda un asunto de
primer orden en cada uno de los cuatro países que dividían el Kurdistán.
Objetivamente, la aparición del nuevo y grave problema kurdo ponía en
riesgo la estabilidad de toda la región y, por ese motivo y pese a
representar modelos políticos no solo antagónicos sino literalmente
beligerantes, estas cuatro potencias realizaron, durante décadas,
cumbres regionales para tenerlo bajo control (…) De una u otra forma, en
uno u otro momento, con apoyo explícito o implícito y en todo caso con
un silencio cómplice, estos cuatro países buscaron como solución final
el exterminio del pueblo kurdo.
Pero aún fue más sorprendente para la opinión pública internacional
ver cómo entre las milicias de las YPG había un gran número de mujeres
combatiendo, al lado de los hombres, contra el Estado Islámico, un hecho
que provocó perplejidad en muchas personas atrapadas por la
simplificación respecto a las sociedades musulmanas. Sin embargo, aun
siendo extraordinaria la participación de mujeres kurdas en acciones
armadas, no resultaba excepcional. Prácticamente todas las
organizaciones importantes admiten y promueven la participación de
mujeres en cargos directivos e institucionales, e igualmente han tenido
mujeres peshmergas en sus filas, de forma especial dentro del PKK.
En líneas generales, se podría decir que, dentro de la sociedad
kurda, siempre ha existido una contradicción entre el tradicional
protagonismo de la mujer y un dominio patriarcal reforzado por
interpretaciones rigoristas del islam, y que, históricamente, en
aquellos lugares donde el tradicional factor kurdo era preeminente, la
situación de la mujer era más aceptable que donde era reemplazado por
elementos de dominación exterior, con los que la vida cotidiana de la
mujer experimentaba un considerable retroceso.
Por lo general, para un kurdo, como para un catalán, vasco, gallego,
escocés o bretón, lo prioritario es la defensa de un proyecto cultural
propio, de unas referencias históricas muy anteriores al surgimiento del
islam y del cristianismo; la religión, sin dejar de ser importante,
siempre quedaba en segundo plano. Este esquema mental hacía compatible
un sunismo mayoritario con otras corrientes musulmanas y religiones no
mahometanas.
Incluso Erdogán echó mano de la excusa terrorista para boicotear en
febrero y marzo de 2016 las conversaciones de paz sobre Siria
auspiciadas por la ONU, Rusia y EEUU en Ginebra. Así lo haría, dijo
expresamente, si el PYD participaba en las negociaciones. Nadie, excepto
Turquía, considera terrorista al PYD; en este sentido, se habían
expresado abierta y reiteradamente la Casa Blanca y los Gobiernos de
Alemania, Francia y Rusia. De hecho, el comisionado especial de la ONU
para la paz en Siria, Steffan de Mistura, el secretario de Estado
norteamericano, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei
Lavrov insistieron en que el PYD debía sentarse junto al resto de los
grupos opositores a Bachar al Asad. Y esto era así no solo porque ya
nadie discutía que el PYD era un factor clave de la crisis sino porque
su propuesta basada en el respeto al pluralismo y diversidad de la
sociedad siria, aunque estuviera en las antípodas del proyecto de
Erdogán, podía ser una importante contribución a la hora de encontrar un
nuevo sistema político. Pero el PYD, como otras organizaciones kurdas,
apuntaba mucho más alto; su propuesta federal era válida no solo para
Siria sino para el conjunto de Oriente Medio porque suponía la verdadera
alternativa a esa desfasada dicotomía entre dictadura e islamismo”.
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