Xerabê Bava es una aldea que tiene apenas 170 familias. Las casas, separadas unas de otras, cuentan mayoritariamente con pequeños jardines. Construidas a la manera tradicional, con ladrillos de adobe o piedra, miden aproximadamente entre cuatro y cinco metros de alto. Los pisos son de tierra apisonada y recubiertos por alfombras tejidas artesanalmente por las mujeres. Con una entrada al frente y otra desde el jardín, las casas disponen de varios ventanales de más de un metro.
Al ingresar, probablemente, deberemos bajar algunos escalones para disponernos en la base de la estructura edilicia. Generalmente pequeñas, las habitaciones suelen ser ricas en telas coloridas y poco iluminadas. A la espera de visitas siempre hay colchonetas suficientes para cobijarse. Las casas fueron construidas donde las familias lo desearon, pese a los infortunios con el Estado ocupante turco, y estructuradas según las enseñanzas arquitectónicas ancestrales (aunque visiblemente modernizadas).
Difícilmente se encuentren mesas en los “living” kurdos. Si los hubiera debería tomarse como signo de aculturación. Al momento de la comida una tela funge como soporte, donde sentados mancomunadamente se disponen tazones grandes con los ingredientes a ingerir junto al pan (en cada región el pan adopta distintas formas). A los tapetes los acompañan varios almohadones donde uno está invitado a sentarse, ciertamente, cuando se es amigable. El diálogo constructivo es señal clara de madurez política en el pueblo kurdo, porque el pueblo kurdo discute y construye colectivamente desde las casas, las aldeas, los barrios, las asambleas y distritos.
Actualmente, 1700 pobladores y pobladoras conviven en Xerabê Bava. La población ha ido en aumento desde comienzos de este siglo, cuando el líder Abdullah Öcalan (Apo) ha invitado al gobierno turco a iniciar el proceso de paz. Durante décadas, las políticas represivas de los sucesivos regímenes turcos han obligado a la población, no sin resistencia, a migrar hacia otras aldeas y ciudades. Muchísimas familias se vieron forzadas a huir hacia Nusaybin, antigua ciudad mesopotámica que ha visto el amanecer y atardecer de varios imperios. Cobijándolos a todos sin desprecio alguno.
Ubicada a 40 kilómetros de Nusaybin, en la provincia de Mardin, Xerabê Bava ha resistido las operaciones otomanas de aniquilamiento. A los pies de las montañas de Omeryan y Xerab, este pueblo kurdo ha construido una sólida economía vinculada a la ganadería, el cultivo y las artesanías. Comerciando con los poblados vecinos han subsistido austeramente, sin pasar hambre ni desespero. Una precaria red de pozos unidos a un transformador –construido por los pobladores- suministra pequeñas porciones de agua diariamente, impidiendo el goce opulento y el desperdicio del suministro.
Pero todo esto ha cambiado ostensiblemente desde el triunfo electoral del Partido Democrático de los Pueblo (HDP) en las elecciones parlamentarias turcas a mediados del 2015. Convirtiéndose en la tercera fuerza de peso a la Gran Asamblea Nacional Turca con 59 diputados y diputadas, gobernando un centenar de alcaldías y representando a más de seis millones de kurdos, armenios, árabes, asirios, turcos, gitanos, etc. el HDP arrebató la mayoría al partido gobernante AKP, desequilibrando la correlación de fuerzas en el Poder Legislativo turco.
El partido gobernante AKP, presidido por Binali Yidirim y quien colocó la faja presidencial a Recep Teyyip Erdogan, impulsa un programa político expansionista de corte neo-otomanista e islámico-fascista, pretendiendo restablecer el baluarte imperial medieval otomano. Ante la cobardía de republicanos y liberales (CHP), el partido multiétnico HDP ha denunciado las prácticas de Erdogan contra las minorías étnicas, las disidencias sexuales y políticas, así como los diversos credos religiosos, luchando por la instauración de una nación democrática confederada.
Se hace evidente, naturalmente, que la voz crítica en el parlamento turco vea cercenados sus derechos y la represión hacia el pueblo kurdo adopte tal virulencia sólo comparable con el genocidio armenio y el nazismo alemán. El Estado, y el gobierno turco presidido por Erdogan, han lanzado una guerra abierta contra el pueblo kurdo y las minorías étnicas. Las voces disidentes democráticamente electas al parlamento y alcaldías están siendo apresadas e intervenidas, desconociendo todas las prácticas bajo una “República” y los derechos humanos fundamentales.
***
Tras los fallidos acuerdo de paz del 2015 entre el gobierno de Edrogan y el líder Apo, el status político del pueblo kurdo (si es que alguna vez fue reconocido en Turquía) no ha hecho más que empeorar. La confrontación militar entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el Ejército de Turquía se ha recrudecido con virulencia. Los militares turcos, bajo órdenes explicitas de la oficialidad, tienen luz verde para asesinar a los pobladores kurdos. El atrevido que cuestione al régimen, que asome siquiera la cabeza fuera de la línea ideológica neo-otomanista, puede ser abatido en el acto.
Encubierta tras el telón de los refugiados, Europa Occidental no ha hecho más que sacar tibios comunicados rechazando las políticas represivas del Estado turco en nombre de la democracia y la estabilidad regional. Por su parte, el magnate multimillonario y gerente en la Casa Blanca Donald Trump ha dicho que Estados Unidos apoya a Turquía como “aliado estratégico y aliado en la OTAN”. El Congreso Nacional Kurdo (KNK) ha realizado numerosos llamamientos a las organizaciones internacionales, de derechos humanos, periodistas e intelectuales, militantes políticos e religiosos, para detener la afrenta al pueblo.
Las tácticas hitlerianas contra el pueblo kurdo tras el triunfo electoral del HDP en 2015 son muy elocuentes: cercenamiento del ejercicio político a miembros opositores kurdos, armenios y gitanos; intervención de alcaldías y proscripción de la prensa; cierre e incendio de entidades kurdas; despoblamiento de zonas mayoritariamente kurdas y relocalización de poblados; prohibición de expresiones culturales y lenguas no oficiales; negación a identidad a niños y niñas de minorías étnicas; retención de papeles en alcaldías y municipios sobre las propiedades no turcas; intensificación de políticas autoritarias asimilacioncitas en establecimientos públicos (escuelas, hospitales, prisiones); pueblos convertidos en campos de concentración y un largo etcétera.
Desde el pasado 11 de febrero Xerabê Bava se encuentra incomunicada. Todas las carreteras y caminos que la conectaban a Bakur están cortados por la Segunda Brigada del Comando de la Gendarmería de Bornova, perteneciente al Ejército de Turquía. Organizaciones internacionales de derechos humanos, acompañadas por diputados y activistas del partido HDP, han intentado acceder a la zona. El ejército les ha prohibido el ingreso fusil en mano, camiones hidrantes y helicópteros militares.
Los esporádicos llamados telefónicos clandestinos realizados por pobladores desde la aldea dan cuenta de una cruenta realidad. Los aldeanos tienen prohibido salir de sus casas so pena de muerte; sistemáticos allanamientos del ejército han detenido por lo menos a 40 pobladores, quienes se encuentran incomunicados; están cortados los suministros de agua y luz; el ejército ha disparado a los animales y prohibido el cultivo de alimentos; quedaron confiscados los alimentos y el abastecimiento hídrico; hasta el 24 de febrero fueron registrados tres asesinatos por parte del invasor turco, varias desapariciones de muchachas kurdas y la quema de al menos tres viviendas.
Los siguientes son testimonios dolorosos de la situación que se está viviendo allí:
“Pusieron en guardia a todo el mundo para que observemos (…) a las personas arrestadas las desnudaban en la nieve mientras las torturaban (…) En el pueblo no hay electricidad, ni tampoco comida (…) ¡hermana se llevaron al hermano! (…) hemos preguntado hacia donde lo han llevado, y nos han atacado”. (Hermana de Sare Turk)
“Requisan la casa tres veces por día. Todos los jóvenes han sido llevados al municipio. Han quemado los establos con los animales dentro, y han matado a los animales. Los vecinos que están enfermos no pueden salir de sus casas para ir al médico. Los teléfonos no recogen el relevo. Ayer escuchaba los gritos de un chico, eran tan fuertes” (Hermana de Sare Turk)
“Pusieron la pistola contra la cabeza de mi hijo y nos amenazaron. Unos 20 soldados ingresaron a la casa y rompieron todo (…) Como no encontraron nada comenzaron a decir que dos personas habían huido de la casa, por el jardín (…) se llevaron a mi hijo al sótano de la casa. Y me desmayé, soy frágil, por miedo a que maten a mi niño” (M.A., pidió anonimato y dio sus iniciales)
“Al caer la tarde escuchamos ruidos muy intensos, disparos resonaban en el pueblo, pero no podíamos salir, estábamos esperando en casa, en la ansiedad. No teníamos noticias. Llegaron a la casa una vez más, rompiendo las puertas y las ventanas. Trataron de entrar al jardín con dos blindados, sobrescribiendo la puerta del jardín. Parecía que la casa colapsaría sobre nuestras cabezas. Mi marido y yo estamos enfermos. Mi hija y su hijo estaban en el interior con nosotros. Pensé que nos iban a matar” (Testimonio anónimo)
“Dos personas atacaron mi hijo. Ellos comenzaron a golpearlo. En la otra habitación golpearon la cabeza de mi hijo en la pared. El sonido nos alcanzó. Grité: ‘¿Cómo se puede vencer a mi hijo de dos a la vez?’. Se lo llevaron al jardín y lo golpearon y patearon, entonces ellos lo trajeron cerca de nosotros, estaba sangrando por todos lados. Abrí mi pecho y les mostré ¡No ves, estamos enfermos! ¿Qué es lo que quiere de nosotros?” (Testimonio de Haci Selim)
“Mi esposo regresó a la aldea el 10 de febrero para vender nuestras dos vacas allí. El pueblo fue sitiado después de eso, y él permaneció allí. Lo que sé es que fue a la casa de su hermana después del comienzo del asedio. Una vez que se quedaron sin provisiones en la casa de su hermana, regresó a nuestra casa, el sexto día del sitio, para conseguir algo de comer. Allí fue atacado y violentamente golpeado por las fuerzas del estado que más tarde lo arrojó al jardín. Le estaba hablando por teléfono hasta ese incidente. Una vez escuché a las fuerzas estatales decir ‘disparar y matarlos’ mientras hablábamos. Entonces el teléfono se apagó. Llamé a un vecindario cuyo teléfono también fue capturado por soldados. Entonces escuché a los soldados diciendo ‘matarlo y arrojarlo al jardín’. Permaneció en el jardín, desmayado, durante dos días. Después de eso, supe que los soldados regresaron a nuestra casa, lo cubrieron con una manta y lo llevaron” (Testimonio de Vetha Aykut).
Cizre, Sirnak y Sur antes; Nusaybin, Talatê, Xerabê Bava ahora. Pero la lista proseguirá, de eso no hay duda. La pregunta es: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la comunidad internacional seguirá asistiendo a la orgía de sangre contra el pueblo kurdo, y hasta cuándo el pueblo kurdo esperará de la Europa Occidental o la América moderna? Es oprobiosa contra la dignidad humana la satírica mentira democrática que enarbolan las potencias occidentales como el sumun que denominan Estados-nación.
Empieza a bajar la nieve, comienza a aflorar la primavera. Los kurdos son objeto del neo-otomanismo islamofascista perpetrado por el gobierno de Erdogan. En Xerabê Bava, el 99% de los pobladores acompañaron al HDP en las elecciones parlamentarias. La saña contra las aldeas kurdas se asienta en este apoyo irrestricto de las comunidades a sus referentes. Estamos en el preludio de una guerra civil, ya no hay dudas. El próximo 16 de abril las urnas se abrirán para otorgarle poderes absolutos a Erdogan o rechazar los mismos. Sea como fuere, una casta militar absolutista dirige el Estado turco. Sea como fuere, quienes voten por el SI caerán en la trampa fascista del Estado y quienes voten por el NO simplemente estarán colocando en las urnas su resistencia anti-fascista.
Por más de 40 años el pueblo kurdo ha resistido y ha conquistado espacios en el terreno democrático, diplomático y militar. Bajo el paradigma del Confederalismo Democrático y el anhelo de instaurar una nación democrática para el Kurdistán y todo Oriente Medio, los kurdos son la esperanza florida de una región desangrada. Y en Xerabê Bava, como en las montañas de Qandil, o en el Mahabad iraní, como en la Federación al Norte de Siria – Rojava, sabrán luchar y resistir. Los kurdos no se inclinan sino que resisten desde hace 40 años, tanto jóvenes como viejos, mujeres como niñas, y así han ganado respeto en todo el mundo, lo que se ha logrado gracias al PKK liderado por Apo.
Alejandro Azadî/Kurdistán América Latina
Al ingresar, probablemente, deberemos bajar algunos escalones para disponernos en la base de la estructura edilicia. Generalmente pequeñas, las habitaciones suelen ser ricas en telas coloridas y poco iluminadas. A la espera de visitas siempre hay colchonetas suficientes para cobijarse. Las casas fueron construidas donde las familias lo desearon, pese a los infortunios con el Estado ocupante turco, y estructuradas según las enseñanzas arquitectónicas ancestrales (aunque visiblemente modernizadas).
Difícilmente se encuentren mesas en los “living” kurdos. Si los hubiera debería tomarse como signo de aculturación. Al momento de la comida una tela funge como soporte, donde sentados mancomunadamente se disponen tazones grandes con los ingredientes a ingerir junto al pan (en cada región el pan adopta distintas formas). A los tapetes los acompañan varios almohadones donde uno está invitado a sentarse, ciertamente, cuando se es amigable. El diálogo constructivo es señal clara de madurez política en el pueblo kurdo, porque el pueblo kurdo discute y construye colectivamente desde las casas, las aldeas, los barrios, las asambleas y distritos.
Actualmente, 1700 pobladores y pobladoras conviven en Xerabê Bava. La población ha ido en aumento desde comienzos de este siglo, cuando el líder Abdullah Öcalan (Apo) ha invitado al gobierno turco a iniciar el proceso de paz. Durante décadas, las políticas represivas de los sucesivos regímenes turcos han obligado a la población, no sin resistencia, a migrar hacia otras aldeas y ciudades. Muchísimas familias se vieron forzadas a huir hacia Nusaybin, antigua ciudad mesopotámica que ha visto el amanecer y atardecer de varios imperios. Cobijándolos a todos sin desprecio alguno.
Ubicada a 40 kilómetros de Nusaybin, en la provincia de Mardin, Xerabê Bava ha resistido las operaciones otomanas de aniquilamiento. A los pies de las montañas de Omeryan y Xerab, este pueblo kurdo ha construido una sólida economía vinculada a la ganadería, el cultivo y las artesanías. Comerciando con los poblados vecinos han subsistido austeramente, sin pasar hambre ni desespero. Una precaria red de pozos unidos a un transformador –construido por los pobladores- suministra pequeñas porciones de agua diariamente, impidiendo el goce opulento y el desperdicio del suministro.
La cuestión kurda de Bakur
Pero todo esto ha cambiado ostensiblemente desde el triunfo electoral del Partido Democrático de los Pueblo (HDP) en las elecciones parlamentarias turcas a mediados del 2015. Convirtiéndose en la tercera fuerza de peso a la Gran Asamblea Nacional Turca con 59 diputados y diputadas, gobernando un centenar de alcaldías y representando a más de seis millones de kurdos, armenios, árabes, asirios, turcos, gitanos, etc. el HDP arrebató la mayoría al partido gobernante AKP, desequilibrando la correlación de fuerzas en el Poder Legislativo turco.
El partido gobernante AKP, presidido por Binali Yidirim y quien colocó la faja presidencial a Recep Teyyip Erdogan, impulsa un programa político expansionista de corte neo-otomanista e islámico-fascista, pretendiendo restablecer el baluarte imperial medieval otomano. Ante la cobardía de republicanos y liberales (CHP), el partido multiétnico HDP ha denunciado las prácticas de Erdogan contra las minorías étnicas, las disidencias sexuales y políticas, así como los diversos credos religiosos, luchando por la instauración de una nación democrática confederada.
Se hace evidente, naturalmente, que la voz crítica en el parlamento turco vea cercenados sus derechos y la represión hacia el pueblo kurdo adopte tal virulencia sólo comparable con el genocidio armenio y el nazismo alemán. El Estado, y el gobierno turco presidido por Erdogan, han lanzado una guerra abierta contra el pueblo kurdo y las minorías étnicas. Las voces disidentes democráticamente electas al parlamento y alcaldías están siendo apresadas e intervenidas, desconociendo todas las prácticas bajo una “República” y los derechos humanos fundamentales.
***
Tras los fallidos acuerdo de paz del 2015 entre el gobierno de Edrogan y el líder Apo, el status político del pueblo kurdo (si es que alguna vez fue reconocido en Turquía) no ha hecho más que empeorar. La confrontación militar entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el Ejército de Turquía se ha recrudecido con virulencia. Los militares turcos, bajo órdenes explicitas de la oficialidad, tienen luz verde para asesinar a los pobladores kurdos. El atrevido que cuestione al régimen, que asome siquiera la cabeza fuera de la línea ideológica neo-otomanista, puede ser abatido en el acto.
Encubierta tras el telón de los refugiados, Europa Occidental no ha hecho más que sacar tibios comunicados rechazando las políticas represivas del Estado turco en nombre de la democracia y la estabilidad regional. Por su parte, el magnate multimillonario y gerente en la Casa Blanca Donald Trump ha dicho que Estados Unidos apoya a Turquía como “aliado estratégico y aliado en la OTAN”. El Congreso Nacional Kurdo (KNK) ha realizado numerosos llamamientos a las organizaciones internacionales, de derechos humanos, periodistas e intelectuales, militantes políticos e religiosos, para detener la afrenta al pueblo.
Las tácticas hitlerianas contra el pueblo kurdo tras el triunfo electoral del HDP en 2015 son muy elocuentes: cercenamiento del ejercicio político a miembros opositores kurdos, armenios y gitanos; intervención de alcaldías y proscripción de la prensa; cierre e incendio de entidades kurdas; despoblamiento de zonas mayoritariamente kurdas y relocalización de poblados; prohibición de expresiones culturales y lenguas no oficiales; negación a identidad a niños y niñas de minorías étnicas; retención de papeles en alcaldías y municipios sobre las propiedades no turcas; intensificación de políticas autoritarias asimilacioncitas en establecimientos públicos (escuelas, hospitales, prisiones); pueblos convertidos en campos de concentración y un largo etcétera.
Estado de Sitio en Xerabê Bava
Desde el pasado 11 de febrero Xerabê Bava se encuentra incomunicada. Todas las carreteras y caminos que la conectaban a Bakur están cortados por la Segunda Brigada del Comando de la Gendarmería de Bornova, perteneciente al Ejército de Turquía. Organizaciones internacionales de derechos humanos, acompañadas por diputados y activistas del partido HDP, han intentado acceder a la zona. El ejército les ha prohibido el ingreso fusil en mano, camiones hidrantes y helicópteros militares.
Los esporádicos llamados telefónicos clandestinos realizados por pobladores desde la aldea dan cuenta de una cruenta realidad. Los aldeanos tienen prohibido salir de sus casas so pena de muerte; sistemáticos allanamientos del ejército han detenido por lo menos a 40 pobladores, quienes se encuentran incomunicados; están cortados los suministros de agua y luz; el ejército ha disparado a los animales y prohibido el cultivo de alimentos; quedaron confiscados los alimentos y el abastecimiento hídrico; hasta el 24 de febrero fueron registrados tres asesinatos por parte del invasor turco, varias desapariciones de muchachas kurdas y la quema de al menos tres viviendas.
Los siguientes son testimonios dolorosos de la situación que se está viviendo allí:
“Pusieron en guardia a todo el mundo para que observemos (…) a las personas arrestadas las desnudaban en la nieve mientras las torturaban (…) En el pueblo no hay electricidad, ni tampoco comida (…) ¡hermana se llevaron al hermano! (…) hemos preguntado hacia donde lo han llevado, y nos han atacado”. (Hermana de Sare Turk)
“Requisan la casa tres veces por día. Todos los jóvenes han sido llevados al municipio. Han quemado los establos con los animales dentro, y han matado a los animales. Los vecinos que están enfermos no pueden salir de sus casas para ir al médico. Los teléfonos no recogen el relevo. Ayer escuchaba los gritos de un chico, eran tan fuertes” (Hermana de Sare Turk)
“Pusieron la pistola contra la cabeza de mi hijo y nos amenazaron. Unos 20 soldados ingresaron a la casa y rompieron todo (…) Como no encontraron nada comenzaron a decir que dos personas habían huido de la casa, por el jardín (…) se llevaron a mi hijo al sótano de la casa. Y me desmayé, soy frágil, por miedo a que maten a mi niño” (M.A., pidió anonimato y dio sus iniciales)
“Al caer la tarde escuchamos ruidos muy intensos, disparos resonaban en el pueblo, pero no podíamos salir, estábamos esperando en casa, en la ansiedad. No teníamos noticias. Llegaron a la casa una vez más, rompiendo las puertas y las ventanas. Trataron de entrar al jardín con dos blindados, sobrescribiendo la puerta del jardín. Parecía que la casa colapsaría sobre nuestras cabezas. Mi marido y yo estamos enfermos. Mi hija y su hijo estaban en el interior con nosotros. Pensé que nos iban a matar” (Testimonio anónimo)
“Dos personas atacaron mi hijo. Ellos comenzaron a golpearlo. En la otra habitación golpearon la cabeza de mi hijo en la pared. El sonido nos alcanzó. Grité: ‘¿Cómo se puede vencer a mi hijo de dos a la vez?’. Se lo llevaron al jardín y lo golpearon y patearon, entonces ellos lo trajeron cerca de nosotros, estaba sangrando por todos lados. Abrí mi pecho y les mostré ¡No ves, estamos enfermos! ¿Qué es lo que quiere de nosotros?” (Testimonio de Haci Selim)
“Mi esposo regresó a la aldea el 10 de febrero para vender nuestras dos vacas allí. El pueblo fue sitiado después de eso, y él permaneció allí. Lo que sé es que fue a la casa de su hermana después del comienzo del asedio. Una vez que se quedaron sin provisiones en la casa de su hermana, regresó a nuestra casa, el sexto día del sitio, para conseguir algo de comer. Allí fue atacado y violentamente golpeado por las fuerzas del estado que más tarde lo arrojó al jardín. Le estaba hablando por teléfono hasta ese incidente. Una vez escuché a las fuerzas estatales decir ‘disparar y matarlos’ mientras hablábamos. Entonces el teléfono se apagó. Llamé a un vecindario cuyo teléfono también fue capturado por soldados. Entonces escuché a los soldados diciendo ‘matarlo y arrojarlo al jardín’. Permaneció en el jardín, desmayado, durante dos días. Después de eso, supe que los soldados regresaron a nuestra casa, lo cubrieron con una manta y lo llevaron” (Testimonio de Vetha Aykut).
La resistencia del pueblo kurdo y el llamado a la solidaridad
Cizre, Sirnak y Sur antes; Nusaybin, Talatê, Xerabê Bava ahora. Pero la lista proseguirá, de eso no hay duda. La pregunta es: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la comunidad internacional seguirá asistiendo a la orgía de sangre contra el pueblo kurdo, y hasta cuándo el pueblo kurdo esperará de la Europa Occidental o la América moderna? Es oprobiosa contra la dignidad humana la satírica mentira democrática que enarbolan las potencias occidentales como el sumun que denominan Estados-nación.
Empieza a bajar la nieve, comienza a aflorar la primavera. Los kurdos son objeto del neo-otomanismo islamofascista perpetrado por el gobierno de Erdogan. En Xerabê Bava, el 99% de los pobladores acompañaron al HDP en las elecciones parlamentarias. La saña contra las aldeas kurdas se asienta en este apoyo irrestricto de las comunidades a sus referentes. Estamos en el preludio de una guerra civil, ya no hay dudas. El próximo 16 de abril las urnas se abrirán para otorgarle poderes absolutos a Erdogan o rechazar los mismos. Sea como fuere, una casta militar absolutista dirige el Estado turco. Sea como fuere, quienes voten por el SI caerán en la trampa fascista del Estado y quienes voten por el NO simplemente estarán colocando en las urnas su resistencia anti-fascista.
Por más de 40 años el pueblo kurdo ha resistido y ha conquistado espacios en el terreno democrático, diplomático y militar. Bajo el paradigma del Confederalismo Democrático y el anhelo de instaurar una nación democrática para el Kurdistán y todo Oriente Medio, los kurdos son la esperanza florida de una región desangrada. Y en Xerabê Bava, como en las montañas de Qandil, o en el Mahabad iraní, como en la Federación al Norte de Siria – Rojava, sabrán luchar y resistir. Los kurdos no se inclinan sino que resisten desde hace 40 años, tanto jóvenes como viejos, mujeres como niñas, y así han ganado respeto en todo el mundo, lo que se ha logrado gracias al PKK liderado por Apo.
Alejandro Azadî/Kurdistán América Latina
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