El taxi iba a toda marcha por las calles de Sulaimania, en el
kurdistán iraquí. Sentado en el asiento de atrás, Gonzalo Alpuin se
imaginó lo peor cuando el conductor del auto hizo una videollamada para
mostrarle a alguien quién iba en su auto. Intentó bajarse una y otra vez
del vehículo pero ese kurdo, con quien no se podía comunicar, le
bloqueó la salida.
Entonces Alpuin pensó que era el fin. Y no pudo evitar que las imágenes de las decapitaciones del Estado Islámico
pasaran por su retina. ¿Sería vendido al Estado Islámico?, se preguntó.
Después de todo estaba a tan solo 280 kilómetros de Mosul, bastión del
grupo terrorista en Irak,
y había demasiada gente que sabía la razón que había llevado a este
uruguayo de 28 años a cruzar medio mundo para caer en una guerra en
Medio Oriente. El uruguayo sería probablemente el primero en unirse a la
causa del YPG (Unidades de Protección Popular), el brazo armado del
Supremo Comité Kurdo de Siria.
Alpuin no fue
presa de la agrupación radical islámica. El taxista, no se sabe por qué,
lo acosó pero finalmente lo dejó que siguiera su camino. Alpuin logró
llegar a un hotel que había reservado como parte de "su plan b" en caso
de que fuera descubierto, como terminó pasando. Con el corazón en
desborde continuo y sin documentos de identidad, pasó las peores horas
de su vida en esa habitación dudando de cada ruido. Para ese entonces
su aspiración de cruzar la frontera hacia Siria era una utopía. Era 25
de marzo de 2017. Sin embargo, el periplo de Alpuin había empezado
cuatro años antes en la pacífica Montevideo.
El inicio en la primavera
Militante
colorado y estudiante de Relaciones Internacionales, en la universidad
Alpuin tomó contacto por primera vez con la causa kurda. El proceso que
se inició con la primavera árabe en 2012 lo llevó a buscar información
de forma abierta.
"Miré en la tele lo que
pasaba y dije que si estuviera ahí estaría protestando con ellos porque
yo estoy en contra del régimen del (presidente sirio, Bachar) al Asad ",
dijo Alpuin a El Observador.
Puso la mira en
los "Leones de Rojava", una unidad del YPG que acoge a muchos
combatientes extranjeros y que incluso tiene a mujeres en su brazo
armado. Alpuin miró una entrevista en CNN al fundador del grupo, el
exmarine estadounidense Jordan Matson, que lo inspiró.
"Él
habló de los valores que lo motivaban -la protección de la democracia,
el feminismo y los Derechos Humanos-, así como la importancia que le
daban a no cometer los mismos crímenes que el Estado Islámico", explicó
Alpuin.
El proyecto del YPG, su secularismo y
diversidad así como su visión, agenda y modelo político lo entusiasmó.
Por eso Alpuin decidió ponerse en contacto con el grupo a través de
Facebook solo a los efectos de intercambiar. Sin embargo, consciente de
que la realidad puede ser diferente a lo que le relataban, decidió
consultar a occidentales que hubieran tenido la experiencia de ir a
apoyar a los Leones de Rojava. Así dio con un italiano, con un marroquí y
con alemanes cuyas experiencias lo motivaron y le dieron la seguridad
que precisaba. "Con los que hablé era gente muy politizada -que me hacía
acordar a mí- y que buscaban ir a dar una mano a este grupo que estaba
solo luchando contra el Estado Islámico y el régimen sirio", contó
Alpuin.
En contacto
El
grupo recibió finalmente el apoyo de la coalición internacional contra
el Estado Islámico liderada por Estados Unidos, pero sin embargo Alpuin
pensó que él debía aportar su "granito de arena". Por eso la
comunicación se incrementó y de ese contacto por Facebook pasaron a
enviarse mails cada dos semanas.
Eran correos
electrónicos encriptados. El uruguayo tenía una "llave privada" que
había sido otorgada por su contacto y que al momento de activarla el
mensaje se hacía legible. "Había momentos en que no sé que pasaba que
ellos desaparecían un tiempo y se desconectaban", relató Alpuin quien
sospecha que siempre habló con el mismo contacto quien iba cambiando de
cuenta.
Alpuin intercambió 80 e-mails con los
kurdos del YPG. En esas comunicaciones tuvo que llenar un cuestionario
que le llevó varias horas y le preguntaron si tenía entrenamiento
militar. Él les contestó que nunca había disparado un arma y ellos le
dijeron que no se preocupara, que en Rojava había mucho para hacer.
En
esos intercambios también le contaron que al llegar tendría cursos
obligatorios que constaban de entrenamiento militar, aprendizaje del
idioma e historia . "Ellos decían que habría cosas en las que yo
sentiría que había perdido mi libertad pero que era en pro de lo que
venía a hacer. Había gente que iba básicamente a morirse y otra que todo
el tiempo estaba buscando una guerra porque no podían quedarse
quietos", afirmó Alpuin.
El uruguayo dijo que
fue porque le interesaba la política, porque quería hacer su
contribución y señaló que en principio no pensaba en combatir. "Si tenía
que hacerlo lo iba a hacer. Pero yo no iba preparado para morirme",
confesó.
En esas comunicaciones también le
explicaron cómo sería su ingreso en Siria: llegaría al aeropuerto de
Sulaimania, llamaría a su contacto o escribiría a través de Telegram y
sería llevado a una "casa segura", en donde aguardaría hasta que los
Peshmerga del Irak kurdo lo cruzaran cuando la frontera estuviera
abierta. Armó una mochila con ropa vieja que no podía pesar más de diez
kilos porque, según le anunciaron, habría de caminar bastante. Y se fue.
Los viajes
Antes
de que Alpuin pisara territorio iraquí y le informaran que había una
orden de detención que recaía sobre él en Irak y Siria, había intentado
viajar en dos ocasiones a Medio Oriente.
La primera vez fue en marzo de 2016. Al llegar al aeropuerto de Carrasco
se percató que había gente observándolo. Un año después confirmó que
sus teléfonos y su computadora habían sido intervenidos. Pero en aquel
momento solo eran sospechas que se incrementaron con un doble
interrogatorio por parte de Interpol: primero al pasar la migración en
Montevideo y después en Buenos Aires. En la capital argentina decidió
dar la vuelta y volver a su casa. Su familia estaba al tanto de sus
intenciones pero "nunca se lo tomaron en serio", afirmó.
Pero
un año después lo volvió a intentar. A fin de marzo de 2017 Alpuin
llegó a Irak, fue detenido junto a otras siete personas y le retuvieron
sus documentos al haber una orden de captura oficial para que no
ingresara en territorio iraquí y sirio. Extrañamente lo dejaron ingresar
con un documento provisorio mientras decidían qué hacer con él.
Estuvo
48 horas en una habitación de hotel, temblando de miedo bajo la lupa de
las autoridades, y nunca llegó a verse con el contacto que le
asignaron. Alpuin había viajado con un pasaporte italiano y se contactó
con la representación de ese país en el lugar. Está seguro de que los
esfuerzos de la diplomacia italiana permitieron que le devolvieran su
pasaporte para volver Montevideo en donde lo estaba esperando la
inteligencia uruguaya. Tras ser interrogado en el aeropuerto, Alpuin
volvió a su casa.
Ahora cuenta su historia con
un poco de temor y se siente algo perseguido. Aunque si supiera que no
tendría problemas legales, quizás lo intentaría una vez más.
Fuente: "El Observador"
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