dissabte, 5 de març del 2016

Un partido de fútbol como reflejo del conflicto kurdo en Turquía



El rugido de un F-16 y el olor de los gases lacrimógenos presiden un partido en Diyarbakir, ciudad del este de Turquía. Allí se ha recrudecido la guerra desde hace dos meses entre los separatistas kurdos y el ejército turco. El fútbol, en este caso, es un ejemplo más de la vergüenza. Este es un encuentro sin aficionados. El gobierno lo prohibió para evitar cánticos con consignas políticas. A pocos kilómetros del estadio el conflicto entre el ejército y los activistas kurdos no cesa. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad utilizan gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar las manifestaciones en favor de la paz.



Los caprichos de un sorteo hicieron que dos antagonistas políticos se midiesen en un campo de fútbol en el camino a la final de la Copa de Turquía. A un lado el Fenerbahce. El equipo más rico del país. El conjunto que es símbolo de la capital que defiende hasta el primer ministro Erdogan. En sus filas cuenta con jugadores de la talla de Robin Van Persie. Enfrente, el Amedspor, un modesto equipo de ínfimos recursos, pero que sin embargo es el más importante del Kurdistán. Allí en Diyarbakir, el Amedspor es un pequeño refugio para quienes buscan la paz en medio de la lucha por la independencia.
 Jugadores del Amedspor sostienen una pancarta con el lema ‘Los niños no deben morir, deben estar en el partido’ (Fotos: Sertac Kayar - Reuters)

Los caprichos de un sorteo hicieron que dos antagonistas políticos se midiesen en un campo de fútbol en el camino a la final de la Copa de Turquía. A un lado el Fenerbahce. El equipo más rico del país. El conjunto que es símbolo de la capital que defiende hasta el primer ministro Erdogan. En sus filas cuenta con jugadores de la talla de Robin Van Persie. Enfrente, el Amedspor, un modesto equipo de ínfimos recursos, pero que sin embargo es el más importante del Kurdistán. Allí en Diyarbakir, el Amedspor es un pequeño refugio para quienes buscan la paz en medio de la lucha por la independencia.

El Gobierno decidió prohibir la entrada a los aficionados locales, con lo que el partido se jugó en un estadio a puerta cerrada, en el silencio más absoluto. En los aledaños sobrevolaban F-16 y la policía respondía con dureza a una manifestación que pedía el cese del conflicto. Diyarbakir es la mayor ciudad kurda del país, donde desde hace dos semanas el ejército y miembros del PKK han retomado una batalla que dura décadas y que no tiene visos de concluir.

En el campo, el de fútbol, tampoco está Deniz Naki, la estrella del Kurdistán, suspendido con doce partidos por criticar las operaciones militares del ejército turco. Naki, centrocampista de talento, es de los pocos que renunció al dinero de las grandes ligas europeas a cambio de defender la dignidad de su pueblo. Sin él, los jugadores del Amedspor y del Fenerbahce saltaron al campo con una pancarta con el lema ‘Los niños no deberían morir, deberían estar en el partido’.

El encuentro termina con empate (3-3). Los modestos resisten la embestida del mejor equipo del país. El próximo tres de febrero, en Estambul, se jugará el partido de vuelta. Mientras tanto, en Diyarbakir el conflicto se recrudece sin que de momento se aprecie un solución pacífica que tranquilice a sus gentes.

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