Si la actividad política desde la izquierda y a favor del pueblo kurdo es una actividad de riesgo en el régimen turco, el desempeño como periodista crítico con el poder de Ankara también lo es. En un estado donde, al igual que en el Estado español, la mayor parte de los medios de comunicación no contrarían al gobierno sino en lo superficial, el periodismo independiente y comprometido, más si se lleva a cabo desde Kurdistán, lleva asociado una dosis de peligro.
La visita a la sede de Jin News en Diyarbakir nos proporcionó en apenas una hora una idea de las condiciones en las que tienen que realizar su trabajo las/os informadoras/es independientes. Jin News es un medio online creado en 2012 y gestionado únicamente por mujeres donde la perspectiva de género y la denuncia de la opresión contra las mujeres en sus diversas modalidades están especialmente presentes. Ello las hace también blanco de un régimen conservador y patriarcal que ve en la emancipación de la mujer un cuestionamiento evidente de su reaccionario proyecto. La sede del medio es un apartamento en un edificio de casi 20 plantas. Ninguna señal identificativa, indicaciones para que entrásemos y saliésemos con premura, y una puerta blindada con varios cierres contextualizan su trabajo diario. Según nos comentan, los años más duros fueron la década de los noventa, cuando la represión del régimen turco fue implacable contra todo lo que oliese a kurdo. Más de 20 periodistas fueron asesinados en ese período de represión abierta. Hoy en día, si bien la eliminación física de periodistas no es tan frecuente, la persecución a los medios, su ahogamiento económico o directamente su cierre, así como el procesamiento y encarcelamiento de periodistas son los procedimientos utilizados. No en vano eran 245 las/os periodistas encarcelados en enero de 2018, según la organización Stockholm Center for Freedom. Todo ello bajo una campaña de criminalización que cala en gran parte de la población turca. Realizar propaganda del terrorismo, acción penada con penas de entre tres y doce años de prisión, es la acusación más frecuente para intentar acallar el periodismo kurdo. Cuando les mencionamos los cierres de Egin, Egunkaria y Ardi Beltza, así como la persecución de periodistas y trabajadores/as de diversos medios vascos, nos indican que tenían conocimiento de ello.
En una pequeña sala donde no había sitio para sentarse todas/os, las compañeras periodistas también nos relataron cómo durante la ofensiva del ejército turco y las fuerzas yihadistas contra Afrin, alrededor de 200 periodistas fueron detenidos/as por informar sobre dichas operaciones. Se suele decir que en las guerras la primera víctima es la verdad. En este caso, el Estado turco tampoco quería testigos incómodos sobre el terreno arrasado. Sólo periodistas que fotografíen balcones con la bandera turca y soldados con un niño en brazos.
Otro de los hándicaps a los que tienen que hacer frente las profesionales de la información es la negación de credenciales como periodistas por parte de las instancias gubernamentales, lo cual dificulta enormemente el trabajo de nuevas personas que decidan incorporarse a la profesión. Según nos comentaron, el realizar labores periodísticas sin dicha acreditación suele suponer terminar en prisión, además de perder el material que se porte en ese momento. Junto a ello, otra preocupación mezclada con crítica: la escasa solidaridad recibida desde sus colegas de profesión europeas/os.
La presión contra la información y la censura del régimen turco llegan en ocasiones a límites que rayan lo ridículo. Cuando nos comentaron que el acceso a Wikipedia estaba bloqueado tuvimos que comprobarlo para cerciorarnos de que, efectivamente, era así. Si una web tan “peligrosa” como esa tenía el acceso impedido, lo mismo tendría que ocurrir con otras webs con contenidos más políticos. Ciertamente, el acceso a diversas web con contenidos sobre Kurdistan en diferentes idiomas también estaba bloqueado.
Tras la reunión mantenida con el grupo de periodistas fuimos testigos de nuevo de ese intento por acallar cualquier testimonio que contraríe la versión oficial o que, simplemente, quiera aportar una voz por la paz y el entendimiento. El encuentro con una decena de integrantes de Dayîkên Aşîtîyê (Mujeres por la paz) en casa de una de ellas fue realmente emotivo. Todas ellas habían perdido algún familiar en el conflicto. Con su pañuelo en la cabeza y con la serenidad y fuerza de su testimonio, recuerdan en gran medida a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. No en vano, han coincidido con ellas participando con Nora Cortiñas en el documental Pañuelos para la historia (2015). Tras una desesperada descripción de la brutal ofensiva contra Afrin y las victimas que estaba causando, llegó el aviso: una tanqueta de la policía junto con varios policías de paisano estaba apostados debajo de la casa. Tras una despedida apresurada bajamos rápidamente con las indicaciones de subir inmediatamente al minibús que nos estaba esperando. Pero fue en vano. Los policías habían ido expresamente en nuestra búsqueda y según nos acercamos al minibús comenzaron las preguntas cortas en inglés por parte de uno de ellos. Tras la mediación de una de las compañeras kurdas y tras fotografiar un policía con su móvil cada uno de los pasaportes, pudimos continuar. “Esto es algo habitual” nos comentan las compañeras. Ya nos habíamos dado cuenta de que era así. Tan habitual como la persecución y la censura.
Texto y fotografías: Iñaki Etaio, miembro de la delegación vasca a Bakur, de primavera del 2018, en el Newroz. Este reportaje, sobre diversos aspectos de lo que vieron y escucharon está compuesto por 9 secciones.
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