La policía de paisano también estaba presente en la entrada del edificio que alberga en una de sus plantas la sede en Amed de
Eğitim Sen, el Sindicato de trabajadoras/es de la educación y la ciencia. Este sindicato es de ámbito estatal y se encuadra en el KESK, el principal sindicato de izquierda del Estado turco. Nada más entrar al apartamento con funciones de sede nos encontramos con los retratos de 20 profesores asesinados en la década de los 90. Según nos indican, asesinados por el terrorismo de Estado, desconociéndose aún quienes fueron las manos ejecutoras. Aunque la eliminación física de profesorado crítico no se práctica hoy en día, otras formas de represión continúan y se han intensificado estos dos últimos años.
Mientras tomábamos un té antes de comenzar la reunión, tuvimos ocasión de hablar unos minutos con uno de los profesores universitarios despedidos por haber firmado un manifiesto en enero de 2016. No sería el único que conoceríamos en esa situación. Tras la ruptura de las conversaciones entre el PKK y el gobierno turco, el ejército turco lanzó una ofensiva en todo Bakur que alcanzó de lleno a varias ciudades (Amed, Nusaybin, Cizre…), donde milicianos/as del PKK decidieron defender las zonas autogestionadas en dichos entornos urbanos. La salvaje ofensiva del ejército con armamento pesado destruyó barrios enteros, provocando la muerte de cientos de milicianos y otros/as habitantes de los mismos, en ocasiones enterrados/as en su propia casa, tras resistir muchos días sin agua, electricidad ni alimentos. Esta ofensiva motivó que más de 2.000 docentes e investigadores/as, tanto de la universidad como de enseñanza primaria y secundaria, firmaran un manifiesto titulado “No seremos parte de este crimen” en el que se criticaba la actuación del gobierno y el sufrimiento causado a la población civil. La respuesta del gobierno de Erdogan fue rápida y especialmente virulenta. Les acusó de traición y de ser cómplices del PKK, indicando que dichos “pseudointelectuales” con doctorado no debían esperar trato distinto al de los “terroristas” a los que enfrentaba el ejército. En las semanas siguientes llegarían las primeras medidas punitivas: a los/as firmantes se les suspendió su contrato laboral. En 380 casos se les inhabilitó por decreto ley para poder ejercer la docencia, mientras que en otros centenares de casos “simplemente” se les despidió de su puesto de trabajo, se les suspendió de empleo durante varios meses o, en el caso de algunos/as investigadores/as, se canceló la financiación de sus proyectos. Tal es el caso de Behcet, doctor en bellas artes e investigador en la Universidad de Van (este de Bakur, muy cerca de Irán) que cometió el “error” de firmar el citado manifiesto y ahora está suspendido y en espera de juicio. Preguntado por la actitud de los rectorados de las universidades afectadas (más de 90 en todo el Estado turco), la respuesta no es nada alentadora: el 99% de los rectores/as obedecen servilmente al gobierno y el otro 1%, no alineado políticamente con él, actúa mirándose al ombligo, aplicando también en la práctica los dictados del gobierno. Asimismo, respecto a las perspectivas de continuar su carrera profesional al no estar inhabilitado por ley, nos indica que, aún en el caso de poder optar a ocupar otro puesto (los puestos vacantes tras las expulsiones han sido cubiertos ya por otras personas), el hueco que deja en el currículum todo ese tiempo sin contrato sin una razón académica convincente deja ver implícitamente las razones de ese parón e imposibilita reengancharse a la actividad investigadora en un Estado donde el gobierno ejerce un férreo control ideológico sobre todos los estamentos de la administración. Además de ello, las y los firmantes del manifiesto despedidas/os tienen prohibido abandonar el Estado turco (se les ha retirado el pasaporte), así como enviar a sus hijas/os a estudiar al extranjero.
La exclusión del sistema público suele hacerse extensiva al sistema de educación privado, que, además de estar en gran medida en manos de sectores religiosos ultraconservadores, recibe presiones políticas y económicas para no contratar a profesorado expulsado.
Ante esta situación, gran parte de estas/os trabajadoras tienen que abandonar la actividad académica y/o investigadora y dedicarse a otras actividades de iniciativa privada. Por ejemplo, Tuncay, profesor de educación primaria en Van despedido por firmar el manifiesto, nos cuenta que trabaja en una academia privada pero sin contrato. Las redes de solidaridad palian en cierta medida las consecuencias de las medidas de castigo gubernamentales, aunque siempre bajo la imprescindible discreción. Tal y como nos comentan, otras/os muchas/os docentes han tenido que recurrir a abrir pequeños negocios, como teterías, etc.
Si bien se ha aplicado de forma masiva a raíz de la publicación del referido manifiesto, la inhabilitación para ejercer en el sector público en el Estado turco por razones políticas es algo de vieja data. Tal es el caso de Yilman, veterano militante de Van despedido hace veinte años de su puesto de trabajo como profesor, que nos cuenta su situación y la de su pueblo mientras cenamos en el restaurante kebab de su primo. Éste abrió el negocio hace varios años tras ser despedido por sus posicionamientos políticos del puesto de empleado municipal que ocupaba en el ayuntamiento.
Según los datos que nos proporciona Abbas, responsable sindical de la sección de
Eğitim Sen en Amed, 11.300 profesoras/es han sido suspendidos de empleo en algún momento mientras que 1.565 están inhabilitadas/os de forma permanente para ejercer la enseñanza. El miedo a posicionarse de forma divergente frente a los dictados del gobierno silencia parte de las posibles voces críticas y la presión sobre los sindicatos independientes está causando mella. Abbas nos indica que el número de profesores/as afiliados/as a su sindicato ha disminuido un 40% fruto de la ofensiva autoritaria del gobernante AKP.
El Estado turco es consciente de la importancia de la educación en la formación de las personas y el control ideológico de los y las docentes es un aspecto en el que incide de forma más que evidente.
Texto y fotografías: Iñaki Etaio, miembro de la delegación vasca a
Bakur, de primavera del 2018, en el Newroz. Este reportaje, sobre
diversos aspectos de lo que vieron y escucharon está compuesto por 9
secciones.