dijous, 1 d’octubre del 2015

Sexualidad en Rojava




-Ésa es la revolución que les falta – concluye una amiga occidental, cuando me pone al día sobre su vida amorosa con un hombre de Kobane. Se refiere, claro está a la emancipación de la moral conservadora, y ella, segura de sí, añade-: como no llevo la camisa abrochada hasta arriba todo el mundo me mira el escote, pero me da igual, me lo tomo como una cuestión política.

Aunque el feminismo está cambiando las cosas en Rojava, la sexualidad sigue siendo tabú y “una educación sentimental” o “el amor de los quince años” parecen ajenos a esta sociedad. Por las calles de Kobanê o de Amude los hombres caminan sólo junto a hombres y las mujeres junto a mujeres, y si te tropiezas con un hombre y una mujer paseando a solas, puedes estar segura de que son primos, o hermanos, o con algún otro parentesco.

Los espacios que más escapan a la rigidez son los ambientes estudiantiles. La gente habla con muy buen recuerdo de sus épocas de estudiante en las universidades de Alepo o Damasco, pues allí se está lejos de la mirada inquisitiva de los círculos familiares, y se puede disfrutar de una velada romántica. En Kobane estos ambientes mixtos pueden ser las escuelas donde aprender kurdo, o las oficinas de las instituciones o asociaciones políticas. Quizás también las casas de las familias y amistades de cada cual, pero todos estos espacios están siempre llenas de gente y con poca intimidad para la pareja.

La sexualidad pasa obligatoriamente por el matrimonio, donde la virginidad de la mujer es innegociable. Quizás al hombre, con anterioridad le fue posible encontrar algún escondido burdel en Qamislo, donde desahogarse.- ¿Qué, media hora y fuera? -pregunté a alguien en una tarde de confidencias-: ¿media hora?, diez minutos y para de contar. Pero una novia que no fuese virgen sería repudiada por el frustrado marido y, hasta que la revolución no empezó, su destino sería quizás la muerte, a manos de la propia familia. Las nuevas instituciones y asociaciones kurdas han legislado para atajar estos asesinatos de honor, con resultados positivos. No porque anteriormente la ley del régimen de Bachar no los considerase crímenes, sino porque ahora la mujer kurda se siente identificada con estas nuevas instituciones, y está dispuesta a recurrir a ellas. Un tribunal de la República Árabe sería para ella una instancia mucho más lejana.

También en las bodas cada género ocupa su espacio aparte, y sólo en el baile se mezclan. Bailes en círculos multitudinarios, con las manos entrelazadas y una breve oportunidad para conversar. Las bodas, aun en estos tiempos de guerra, se celebran continuamente, y en la zona comercial de Kobane, sorprende la cantidad de tiendas de vestidos de novia. Sin duda es un buen negocio, porque sin boda no puede darse el amor de los cuerpos, ¿acaso alguna otra forma de sensualidad?



Dos personas se prometen. Y aunque estar prometida es una condición socialmente reconocida, no implica el privilegio de la intimidad con el amado, siempre estará la familia acompañando para velar por la pulcritud de tales encuentros. Pero el mundo virtual de internet ha modificado el viejo escenario. Ahora dos personas se conocen, se intercambian los datos de sus cuentas de facebook o de what's app, y comienzan una secreto noviazgo virtual. Quizás organizarán también algún encuentro aparentemente fortuito en el bazar, pero fugaz, o alguna reunión en el parque acompañadas de otras personas. Sin embargo su noviazgo debe permanecer en secreto para todo los demás. Ser “novio” (virtual, porque no hay besos en internet) no es una condición socialmente reconocida, a diferencia de ser “prometido”. Si se es novia se es novia en secreto, porque sería muy difícil para una mujer que alguien se comprometiese después con ella si ésta hubiese tenido algún novio. Ya se ha dicho, en internet no hay besos ni sexo, pero es que la virginidad que se pretende no es sólo física, sino también psicológica: la novia no puede haber experimentado ninguna clase de intimidad.

¿Qué es lo mantiene esta represión sexual? Si un hombre y una mujer quieren ir tomar una habitación en un hotel, se les requerirá el certificado de matrimonio, y me contaron que, si una pareja osara besarse en un banco público, en caso de verlo un/a Asayish, les llamaría la atención. Pero a menudo no hay Asayish en las calles y, una pareja, de quererlo, podría besarse en la calle. ¿Qué se lo impide entonces? La mirada de los otros, la mirada reprobatoria. De ser preguntado, el hipotético guardián de la moral, justificaría su actitud con respuestas del tipo: “no es nuestra tradición”, “hay que respetar la tradición”, etc. En realidad, el hipotético guardián, a menudo una persona joven, no tiene otra motivación para su censura que la envidia, que le corroe: “si yo no puedo, esas personas entonces tampoco”.

En el terreno militar, la normativa de las YPG/YPJ predica también una estricta castidad. Porque se trata del ejercicio de las armas y se está en guerra. Pero la guerra empezó hace tiempo y, más aún, la opinión unánime es que su final no está aún a la vista. Mientras tanto a veces de quienes llegan del frente, se escuchan rumores de que, a veces, la oscuridad de la noche no sirve sólo para atacar al enemigo.

@annafrank4



 



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