dimecres, 9 de maig del 2018

Ingeniería urbanística y poblacional. La ley de la excavadora en el Kurdistán de Turquía (4/9)

El desplazamiento de poblaciones con el objetivo de asegurar la ocupación de territorios no es un invento del régimen turco. Muchos otros proyectos expansionistas lo han practicado y lo siguen practicando, siendo probablemente la batustanización sionista de Palestina el ejemplo más evidente. El Estado turco lo aplicó a sangre y fuego en la década de los 90 con la política de aldeas arrasadas, y lo sigue aplicando bajo una apariencia algo diferente en la actualidad. En esta ocasión, dentro mismo de algunas ciudades kurdas.



Aunque el acceso está bloqueado, desde diversos puntos del distrito de Sur (núcleo antiguo de Amed, rodeado por una muralla datada de antes del siglo IV) se pueden observar todavía algunas casas a medio derruir y los vestigios de la brutal ofensiva desarrollada por el ejército turco contra el barrio entre diciembre de 2015 y marzo de 2016. A los intentos por resistir en la zona por parte de las milicias del PKK le siguió la destrucción del barrio por las fuerzas armadas y su posterior demolición. A las muertes de unos 65 milicianos/as, 65 soldados y 321 personas no armadas contabilizadas por diversos organismos, hay que sumar el desplazamiento forzado de más de 24.000 residentes. En marzo de 2016, apenas tres semanas tras el fin de los enfrentamientos, el gobierno expropió por la vía urgente la mayor parte del terreno de Sur, pasando a ser el Ministerio de Medio ambiente y Planificación urbana el nuevo propietario. Con la prácticamente única excepción de las mezquitas, todas las edificaciones fueron demolidas posteriormente. Algunas familias han recibido una compensación ridícula por la pérdida de su hogar y todos sus enseres, bajo el lapidario ofrecimiento de “o esto o nada”. Otras familias no fueron siquiera informadas de dicha posibilidad mientras que otras las rechazaron al verse obligadas a firmar un documento por el que se responsabilizaba al PKK de la destrucción de su hogar.

Apenas dos calles más allá de las vallas que limitan el acceso a la zona derruida nos reunimos en una cafetería. Varias jóvenes miembros de una plataforma creada para luchar contra el proceso de desplazamiento nos detallan la situación actual de esas miles de personas personas así como las motivaciones y planes futuros de las autoridades que, designadas por Ankara, gobiernan la ciudad. Unos hombres de otra mesa que disimuladamente nos fotografían con sus móviles nos dan a entender que no somos las únicas personas interesadas en este encuentro informal. Sur no era un barrio más, ni siquiera un barrio en el que milicianos/as del PKK se habían hecho fuertes. Sur era un barrio que había recogido parte de las miles de personas a las que se había expulsado de pueblos y aldeas durante los años 90. La propia situación de necesaria solidaridad de sus habitantes, sumada a la militancia y/o apoyo al movimiento kurdo de gran parte de ellas/os, junto con una configuración urbana caracterizada por estrechas callejuelas, permitió que florecieran y se desarrollasen múltiples relaciones de apoyo, amistad y organización entre las vecinas y vecinos del barrio. Tal y como nos indican las compañeras kurdas, la toma y destrucción del barrio iba más allá de acabar con la resistencia armada urbana y buscaba deshacer todo ese tejido social autoorganizado así como despejar el terreno para la transformación urbanística del barrio.

Dos años después, el gobierno aún no ha hecho público el proyecto para el barrio. De momento, sólo se observa policía y excavadoras en esos terrenos desolados. Aunque por ley, las nuevas edificaciones debieran respetar el diseño arquitectónico kurdo original, sospechan, por lo comprobado en otras rehabilitaciones, que esto no será así. Intuyen que la fisonomía del barrio se asemejará a la de los barrios de la ciudad situados fuera de las murallas, con bloques de muchas alturas, zonas cerradas en el entorno de cada bloque y marcadas distancias entre bloques. Transitar los barrios de más reciente construcción en Amed transporta inevitablemente a los barrios gasteiztarras de Zabalgana o Salburua, donde el urbanismo de altos edificios y anchas calles parecen diseñados para alejar las relaciones humanas. Y la posible transformación urbanística de Sur hace volar la imaginación hasta Errekaleor.

 Texto y fotografías: Iñaki Etaio, miembro de la delegación vasca a Bakur, de primavera del 2018, en el Newroz. Este reportaje, sobre diversos aspectos de lo que vieron y escucharon está compuesto por 9 secciones.

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