dimecres, 13 d’abril del 2016

La hora del pueblo kurdo

La editorial Catarata acaba de poner en las librerías “Kurdos”, un nuevo libro de Manuel Martorell, miembro fundador de cuartopoder y especialista en Oriente Medio. Se trata de una obra divulgativa y centrada en las razones que han llevado a este pueblo, mayoritariamente musulmán, a ser la punta de lanza en la actual lucha contra el Estado Islámico tanto en Siria como en Irak. Estos son algunos de los fragmentos de la obra seleccionados por su autor.

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Cubierta del libro de Manuel Martorell.
“Aunque apenas sea conocido, el Kurdistán es tan extenso como la Península Ibérica pero atesora tantas riquezas que ese proyecto siempre ha quedado inconcluso por ir contra poderosos intereses. Esa ha sido la maldición histórica de los kurdos: asentarse desde la noche de los tiempos en una zona del mundo que no ha dejado de adquirir importancia geoestratégica. Por eso, pese a contar con 40 millones de almas, en Siria y Turquía se niega su existencia, y en Irak e Irán queda limitada a solo una parte de las tierras que habitan.
Pero el drama de los kurdos nos sigue pareciendo una lejana pesadilla, procedente de un mundo que no es el nuestro y, sin embargo, los jóvenes kurdos, en su inmensa mayoría pertenecientes a familias musulmanas, mueren cada día luchando para erradicar el yihadismo a solo unos kilómetros de las playas del Mediterráneo. En Siria y en Irak ya han pagado un elevado precio en este trascendental combate; solo luchando contra los yihadistas, murieron más de 2.000 hombres y mujeres durante los años 2014 y 2015. Lo hacen a sabiendas de que están defendiendo unos valores semejantes a los nuestros y, pese a ello, no esperan un sincero apoyo por nuestra parte porque casi siempre se lo hemos dado a sus enemigos, y aún cuando lo hacemos, tampoco han sido escasas las traiciones.
Igualmente son conscientes de que se encuentran en un momento clave de la historia, sin precedentes, ante una crisis que no es como las anteriores, porque ellos, los kurdos, que son el pueblo más antiguo de esta castigada parte del mundo –llegaron miles de años antes que árabes y turcos-, representan lo que siempre ha sido Oriente Medio y lo que, justo ahora, está a punto de desaparecer.
Y también saben que el resto del mundo, que tantas veces les ha dado la espalda, les necesita porque nadie como ellos tiene un pueblo y una historia que defender frente a la actual orgía depredadora, que nadie como ellos tiene una capacidad organizativa y de combate forjada por una larga historia de resistencia, y nadie como ellos, que son mayoritariamente musulmanes, pueden romper los estereotipos sobre Oriente Medio que con tanta facilidad se extienden dentro de la opinión pública occidental. Ver a las mujeres kurdas combatiendo en primera línea para detener a quienes aterrorizan al planeta ha abierto muchos ojos cegados por la simplificación. Pero también los kurdos son conscientes de que están frente a una oportunidad irrepetible, el momento de la historia que esperaban tras una sucesión de tragedias que parecía no tener fin, la hora de demostrar, por fin, que aparte de fundamentalismos y regímenes autoritarios, existe un Oriente Medio, el suyo, el de siempre, basado en el respeto a la diversidad de los pueblos y las religiones.
Para la mayor parte y pese a ser también suníes, el Estado Islámico, con sus decapitaciones, matanzas de yezidis y la destrucción de su ancestral patrimonio, representa un islam en el que muy pocos se reconocen, aunque también hubiera en las filas yihadistas un significativo número de kurdos, junto a chechenos, tunecinos, egipcios, saudíes y europeos.
Es un hecho que tanto ayer como hoy los kurdos son mayoritariamente musulmanes, concretamente suníes, pero también es cierto que existen interpretaciones del islam muy distintas, sin olvidar que, incluso dentro de los que genéricamente se consideran musulmanes, encontramos un significativo número de no practicantes, de personas con posiciones agnósticas, mientras otras consideran al islam el peor de los males que ha podido sufrir el pueblo kurdo por no admitir la división cultural entre sus fieles o quienes directamente predican el retorno al mazdeísmo originario.
El Tratado de Lausana de 1923 suponía dar curso legal a la división en cuatro partes del Kurdistán y a dejar aparcadas para siempre las promesas de autodeterminación establecidas en los artículos 62, 63 y 64 de Sevres (1920). A partir de ese momento, el Kurdistán experimentaría una cadena de insurrecciones por la autonomía o la independencia que todavía no se ha detenido.
Aunque ya existían los precedentes de la República de Ararat, del Reino del cheik Mahmud y, pese a que Mahabad también tuvo una efímera existencia –apenas once meses-, este nuevo intento de autogobierno supuso un hito histórico para el pueblo kurdo. Mahabad logró mantener una administración estable sobre un vasto territorio, institucionalizó la bandera tricolor de Khoybun, compuso el himno nacional en el que se reconocen todos los kurdos y alumbró el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), el primer partido moderno y realmente de masas; pero, sobre todo, puso en marcha un proyecto político que aglutinó a kurdos procedentes de todas las partes del Kurdistán.
La sucesión de sublevaciones reclamando la autonomía, el federalismo o la independencia terminaron haciendo de la cuestión kurda un asunto de primer orden en cada uno de los cuatro países que dividían el Kurdistán.
Objetivamente, la aparición del nuevo y grave problema kurdo ponía en riesgo la estabilidad de toda la región y, por ese motivo y pese a representar modelos políticos no solo antagónicos sino literalmente beligerantes, estas cuatro potencias realizaron, durante décadas, cumbres regionales para tenerlo bajo control (…) De una u otra forma, en uno u otro momento, con apoyo explícito o implícito y en todo caso con un silencio cómplice, estos cuatro países buscaron como solución final el exterminio del pueblo kurdo.
Pero aún fue más sorprendente para la opinión pública internacional ver cómo entre las milicias de las YPG había un gran número de mujeres combatiendo, al lado de los hombres, contra el Estado Islámico, un hecho que provocó perplejidad en muchas personas atrapadas por la simplificación respecto a las sociedades musulmanas. Sin embargo, aun siendo extraordinaria la participación de mujeres kurdas en acciones armadas, no resultaba excepcional. Prácticamente todas las organizaciones importantes admiten y promueven la participación de mujeres en cargos directivos e institucionales, e igualmente han tenido mujeres peshmergas en sus filas, de forma especial dentro del PKK.
En líneas generales, se podría decir que, dentro de la sociedad kurda, siempre ha existido una contradicción entre el tradicional protagonismo de la mujer y un dominio patriarcal reforzado por interpretaciones rigoristas del islam, y que, históricamente, en aquellos lugares donde el tradicional factor kurdo era preeminente, la situación de la mujer era más aceptable que donde era reemplazado por elementos de dominación exterior, con los que la vida cotidiana de la mujer experimentaba un considerable retroceso.
Por lo general, para un kurdo, como para un catalán, vasco, gallego, escocés o bretón, lo prioritario es la defensa de un proyecto cultural propio, de unas referencias históricas muy anteriores al surgimiento del islam y del cristianismo; la religión, sin dejar de ser importante, siempre quedaba en segundo plano. Este esquema mental hacía compatible un sunismo mayoritario con otras corrientes musulmanas y religiones no mahometanas.
Incluso Erdogán echó mano de la excusa terrorista para boicotear en febrero y marzo de 2016 las conversaciones de paz sobre Siria auspiciadas por la ONU, Rusia y EEUU en Ginebra. Así lo haría, dijo expresamente, si el PYD participaba en las negociaciones. Nadie, excepto Turquía, considera terrorista al PYD; en este sentido, se habían expresado abierta y reiteradamente la Casa Blanca y los Gobiernos de Alemania, Francia y Rusia. De hecho, el comisionado especial de la ONU para la paz en Siria, Steffan de Mistura, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov insistieron en que el PYD debía sentarse junto al resto de los grupos opositores a Bachar al Asad. Y esto era así no solo porque ya nadie discutía que el PYD era un factor clave de la crisis sino porque su propuesta basada en el respeto al pluralismo y diversidad de la sociedad siria, aunque estuviera en las antípodas del proyecto de Erdogán, podía ser una importante contribución a la hora de encontrar un nuevo sistema político. Pero el PYD, como otras organizaciones kurdas, apuntaba mucho más alto; su propuesta federal era válida no solo para Siria sino para el conjunto de Oriente Medio porque suponía la verdadera alternativa a esa desfasada dicotomía entre dictadura e islamismo”.

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